Llegó la cordura
Llegó la cordura.
Arrastrando con ella la alegría.
Vencieron los días tranquilos, sin consuelo ni llanto.
Empujaron con ellos la esperanza y el dolor.
Nacieron la distancia, el envoltorio, el límite.
Murieron los abrazos, el roce y las caricias.
Se instaló la banalidad y con ella la indiferencia
Y ocuparon el puesto que pertenecía a la pasión.
Poco a poco, sin saber cómo, fue llegando la muerte y se
quedó imperturbable entre la vida.
Una pantalla sin olor nos alejó del cielo y nos hizo creer
que era la verdad.
Siempre dudamos de que aquello fuera cierto, pero no hubo
nadie capaz de sacarnos de nuestra perplejidad.
Y nos acostumbramos a sentirnos extraños, como de otro
mundo.
Y así seguimos.
Contemplando como propio lo que nos es ajeno, lo que ha ido
robando ese mundo entrañable del que gozamos algún día sin saberlo.
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