Microrelato
Escribíamos poesía en una habitación cuyas ventanas daban a dos calles.
Era una tarde de domingo calurosa. Se oían los botes de un balón aburrido.
Te gustó lo que escribí y eso me
hizo sentirme bien, pues por primera vez me atrevía a poner por escrito lo que
sentía: la banalidad, el tedio, el miedo a lo novedoso, el vértigo.
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