Paphos. Chipre. 2005.






Paphos, Chipre. 2005.

Ordenando papeles me encontré una foto de la estancia en Chipre en 2005.
Aún no sé cuál fue la razón por la que me invitaron a participar como ponente en este seminario que organizaba el Consejo de Europa. Fue una cosa tan excepcional que ni yo misma me creía el que fuera cierta la invitación y tuve que cerciorarme de modos diversos. Indagué por dónde podía haber venido el interés por mi persona pero lo cierto es que no logré adivinarlo ni antes, ni allí, ni después. No me importó demasiado porque fue una experiencia única de la que pude disfrutar gratis et amore
Tanto el tema como el perfil de ponente encajaba bien con mi persona, pero yo no era tan conocida como para que alguien pensase en mí y, por otra parte, era la primera vez que iba a lanzarme a dar una conferencia larga en Inglés y eso me imponía bastante. 
Se trataba de un curso  del Consejo de Europa, dirigido a profesores de secundaria chipriotas, en el que podían también inscribirse algunos otros europeos. Los ponentes eran también casi todos chipriotas y griegos, excepto Patrice, un francés de Rouen con el que he seguido en contacto y yo.



Entre los profesores asistentes estaba Santi Carbonell, con el que aún tengo una relación fluida y M. Carmen Ponce con la que sigo manteniendo correspondencia. Luego había un representante de cada país: Dimitra, a la que vi el año pasado, vino desde Grecia. Había una croata, otra alemana, un belga, una chica argentina que vivía en el Reino Unido y un chico muy joven búlgaro, que era profesor de griego moderno  y que apenas hablaba inglés. Con este me senté un día a comer y me parecía imposible sacar un tema de conversación mantenido, hasta que me acordé de Simeón, que acababa de salir elegido presidente en la entonces ya República. Ya tuvimos conversación fluida y amena y sin problema.
Había también otro personaje que se había unido al grupo por su cuenta. Por lo visto solicitó la beca y no se la dieron así que se presentó en el curso pagando él mismo los gastos de su estancia en el hotel.  Se dedicaba a filmarlo todo, con un interés que a mí personalmente me hizo descuidar ese aspecto, pensando que luego nos enviaría parte del material. Pero se cumplió lo que me comentó M. Carmen, 'de este tío no volveremos a saber nada cuando salgamos de aquí'. Y así fue. Ni de él ni de otros muchos. Era un tío muy divertido. A mi me hacía muchísima gracia pero al resto de los participantes, no tanta. Recuerdo dos cosas suyas muy graciosas. Nos contó, probablemente se lo inventaba, que tenía doce perros, seis blancos y seis negros y que los blancos tenían nombres de griegos y los negros de troyanos. La otra anécdota ocurrió el último día, veintitrés de abril, día de mi cumpleaños. Ya se habían ido todos los participantes y en el hotel no había apenas servicio de comida y por supuesto no se incluía en el Curso, corría de nuestra cuenta. No teníamos apenas dinero y no queríamos cambiar porque ya estábamos a punto de regresar a nuestros países. Comimos, los cuatro que quedábamos, lo que nos dieron por el dinero que reunimos.  Y en estas estábamos cuando empezó a sonar mi teléfono sin parar. Una llamada detrás de otra. El estaba sorprendido y me preguntó si pasaba algo. Le dije que era mi cumpleaños y entonces se le ocurrió pedirle a la camarera algún resto de tarta que hubiera sobrado del día anterior. La camarera nos la trajo con velas y así celebramos una pequeña fiesta. Fue divertido.
El tema del Curso era  La Educación en la Ciudadanía a través de la enseñanza del griego clásico y lo que hice fue hablar de Aristóteles y la Identidad Europea, un compendio de la Política y la Retórica que trabajé mucho y quedó bastante bien. Me llevó todo el año prepararla, pero quedó bien. Además se me ocurrió que podía ser util traducirla al griego moderno y así lo hice. Les gustó mucho la idea y salió publicada de ese modo.

Lo de la traducción fue ya una historia. Ví en la facultad una nota de un estudiante griego que se ofrecía a dar clases de griego moderno y así conocí y 'descubrí' a Sotiris. Era también otro personaje. Un chico culto, divertido, un poco loco con el que encajé bien pero que acabó cansándome. Lo lancé a la fama y lo cierto es que siguió cogiendo fama hasta que le perdí la pista. Aprendí poco griego moderno con él. Luego me lancé a aprender con el Assimil y aprendí muchísimo. Tanto que al año siguiente coincidí con Sotiris y no se podía creer que hablase con esa fluidez.
También conocía a Pepi, otra griega que vivía aquí y otro modelo de persona.

El viaje a Chipre fue vía Londres. En el avión coincidí con Celia que iba a Kenia y se nos hizo la estancia en Heathrow bastante llevadera. Llegué a Lárnaca por la mañana, cuando aún no había amanecido en Chipre. No había podido dormir nada por lo nerviosa que estaba. Allí me estaba esperando un taxista para llevarme hasta Paphos. Era un hombre muy amable, que me fue dando conversación y dejándome dormir cuando veía que estaba rendida. Era de origen turco pero había decidido pasarse al lado griego tras la invasión de Turquía porque vio que quedarse allí era como regresar cien años en la historia. Fue mi primer contacto con la historia de Chipre. Que en realidad llegué a conocer muy bien, porque formaba aquello parte de los objetivos del curso.

Vi amanecer en Chipre en el taxi. Llegamos al hotel y el taxista se adelantó a pedir en recepción una habitación libre antes de las 12 porque vió que necesitaba dormir. Así fue. Me dieron una habitación y dormí hasta mediodía en que me despertaron para una comprobación rutinaria. El hotel era uno de esos todos a los que van los guiris a disfrutar del buen tiempo y no salir del hotel.  Yo solo había visto un tipo de hotel así en las películas. Me acerqué hacia el pueblo turístico, no a Kato Paphos,  y anduve por allí viendo un poco lo que había. No me gustó demasiado.

Habíamos quedado en reunirnos todos a la hora de la cena en el hall del hotel y así conocí al resto de mis compañeros y a los organizadores. Empezamos hablando en Inglés pero al final casi siempre se acababa usando el griego. Casi todos lo hablaban correctamente.

Como Patrice y yo no teníamos que quedarnos a las sesiones, nos fuimos un día a Kato Paphos. Patrice era genial. Sabía de todo. Hablaba a la perfección además de su francés materno, Inglés, Alemán, Griego y Turco (que yo sepa). El tipo inglés le preguntó que dónde había aprendido ese inglés tan correcto y él contestó sin más que en el colegio. Tenía planeado ir a Estambul a pasar el Curso siguiente y allí fue donde me entraron ganas a mí de ir también. Tenía 22 años. Todo hay que decirlo.
 Años después, en una estancia que hice en París, quedamos para comer y me llevó a un sitio precioso que conocía muy bien. Fué un detalle por su parte.
Es un hombre sabio y sencillo, que son dos cualidades que suelen ir unidas. Un tipo de persona con la que yo suelo encontrarme cómoda aunque no soy ni una cosa ni otra.

Nuestra estancia allí coincidió con el nombramiento como Papa de Benedicto XVI cuya coronación vi entera en el aeropuerto de Heathrow a la vuelta, porque tuve que pasar la noche en Londres para enlazar con Santiago.

Aunque no hacíamos el Curso, Patrice y yo participamos de todas las actividades. Fuimos a visitar una escuela chipriota en Paphos que nos sorprendió un montón. El tipo de enseñanza nos pareció hipertradicional, muy bizantina y repetitiva y eso que Chipre es un país mediterráneo pero su cultura es una mezcla de anglosajona y eslava sorprendente.



Asistimos a un montón de representaciones al aire libre hechas por alumnos, en las que se combinaba la música y la recitación y danza en teatros pequeños que hay muchísimos al aire libre.




El último día fuimos a Nicosía y la excursión fue una ocasión para concienciarnos del pasado y el presente chipriota. También de su futuro. Yo desde luego me hice una gran defensora de la causa greco-chipriota.
Visitamos la cárcel de Nicosía, el museo de arte bizantino que es de lo mejor que yo he visto y nos hablaron de la situación política y sus posibles soluciones. Visitamos los mosaicos alucinantes y las tumbas de los reyes.




Y sobre todo adquirimos una conciencia clara del conflicto Greco-Turco.
Yo a la vuelta vi la película que en España se tradujo como 'Un toque de canela' que vuelve a tocar el mismo tema.
Un bonito recuerdo que redescubro ordenando papeles.







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