LOS CRUCEROS GALLEGOS: ENCRUCIJADAS DE CAMINOS
'Onde hai un cruceiro, houbo un pecado' dice Castelao.
Los cruceros forman parte de la historia de la religiosidad popular de Galicia, de su tradición más genuina. Hay más de diez mil cruceros catalogados y su abundancia los convierte en uno de los elementos más significativos de la iconografía gallega: la cruz de piedra que jalona las encrucijadas de caminos y los atrios de las Iglesias.
Existen cruceros de varios tipos: de término, de parada, de encrucijada, devocionales y penitenciales. Al ser Galicia un pueblo en el que mucha de su gente vive del mar, no es raro que también a él hagan referencia. En concreto en la parroquia de Combarro los cruceros representan invariablemente una victoria sobre el mar.
Su tipología es variada. Los hay de una extrema sencillez, esos que están compuestos únicamente por una cruz y en el extremo opuesto estarían aquellos de los que podríamos decir que forman un prodigioso grupo escultórico, aquellos en cuya hornacina hay hasta tres cruces y un complejo conjunto de personajes. Algunos poseen además un mesado, a modo de altar cuya función es sobre todo ornamental pero que se utiliza como tal para la procesión del Corpus Cristi.
No son pocos los cruceros recientes que en pleno siglo XXI presiden las rotondas defendiendo aún los cruces de caminos.
Los cruceros no son exclusivos de Galicia, los encontramos también en otros lugares dentro de España y sobre todo en zonas de tradición celta, especialmente en la Bretaña francesa, sobre los cuales también escribió Castelao en 1930.
El origen y la función del crucero siempre ha sido una incógnita. Según algunas tradiciones, servían sólo para bendecir los caminos, otras los vinculaban a rituales de sanación para eliminar los males del cuerpo o del espíritu. Las encrucijadas son de por sí lugares de incertidumbre y posiblemente ya antes de la llegada del cristianismo, los habitantes de la zona habrían puesto esos lugares bajo la protección de la divinidad pidiendo que evitase a los viandantes sufrir alguna desgracia. Este gesto llevaría asociado el nacimiento de rituales y leyendas que harían surgir pequeñas construcciones de piedra como las que después se cristianizaron y en la que invariablemente encontramos tres elementos: la base, la vara y la cruz.
El debate fundamental sobre el origen de los cruceros es en primer lugar si nacieron en el románico o son resultado de la influencia de las órdenes mendicantes, en segundo si la intención primera sería la de espantar la presencia terrorífica de la Santa Compaña en la encrucijada o si es sin más un detalle devoto o la santificación de la costumbre pagana.
Existen cruceros de varios tipos: de término, de parada, de encrucijada, devocionales y penitenciales. Al ser Galicia un pueblo en el que mucha de su gente vive del mar, no es raro que también a él hagan referencia. En concreto en la parroquia de Combarro los cruceros representan invariablemente una victoria sobre el mar.
Su tipología es variada. Los hay de una extrema sencillez, esos que están compuestos únicamente por una cruz y en el extremo opuesto estarían aquellos de los que podríamos decir que forman un prodigioso grupo escultórico, aquellos en cuya hornacina hay hasta tres cruces y un complejo conjunto de personajes. Algunos poseen además un mesado, a modo de altar cuya función es sobre todo ornamental pero que se utiliza como tal para la procesión del Corpus Cristi.
No son pocos los cruceros recientes que en pleno siglo XXI presiden las rotondas defendiendo aún los cruces de caminos.
Los cruceros no son exclusivos de Galicia, los encontramos también en otros lugares dentro de España y sobre todo en zonas de tradición celta, especialmente en la Bretaña francesa, sobre los cuales también escribió Castelao en 1930.
El origen y la función del crucero siempre ha sido una incógnita. Según algunas tradiciones, servían sólo para bendecir los caminos, otras los vinculaban a rituales de sanación para eliminar los males del cuerpo o del espíritu. Las encrucijadas son de por sí lugares de incertidumbre y posiblemente ya antes de la llegada del cristianismo, los habitantes de la zona habrían puesto esos lugares bajo la protección de la divinidad pidiendo que evitase a los viandantes sufrir alguna desgracia. Este gesto llevaría asociado el nacimiento de rituales y leyendas que harían surgir pequeñas construcciones de piedra como las que después se cristianizaron y en la que invariablemente encontramos tres elementos: la base, la vara y la cruz.
El debate fundamental sobre el origen de los cruceros es en primer lugar si nacieron en el románico o son resultado de la influencia de las órdenes mendicantes, en segundo si la intención primera sería la de espantar la presencia terrorífica de la Santa Compaña en la encrucijada o si es sin más un detalle devoto o la santificación de la costumbre pagana.
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