La lengua de la persuasión en las tragedias de Esquilo


En Euménides Esquilo le hace decir a Atenea: (970-975) ‘yo resplandezco de alegría y amo los ojos de Persuasión, que vigiló mi lengua y mi boca frente a estas deidades que rehusaban de modo salvaje. Pero ha triunfado Zeus, el protector del diálogo en las asambleas, y vence para siempre nuestra rivalidad en el bien.’


viñeta de Jesús Rubio
Después de la victoria sobre los persas Esquilo augura una nueva era en Grecia en la que las instituciones y los gobernantes perderán su dureza originaria y avanzarán gradualmente hacia el establecimiento de una sociedad compasiva tutelada por la justicia divina, en la que la ley se impondrá no por la fuerza, ni por la costumbre sino por la palabra y por la persuasión. 
Con este fin muestra en sus tragedias de qué modo debe llevarse a cabo la administración de la justicia. Para ello convierte a los personajes míticos en gobernantes benévolos y en persuasivos oradores que dan gran importancia al tipo de lenguaje que debe usarse para tal fin. Estos buenos gobernantes rechazan los discursos largos y ampulosos y recurren a un modo de expresión que resulta en parte semejante al método erístico que Sócrates desarrollará más tarde y que se basa en preguntas y respuestas sintéticas que conducen al interlocutor, a veces de una manera aparentemente engañosa, al descubrimiento de la verdad.
De este modo deja ver que nadie debe temer este nuevo orden de cosas, en el que la tiranía ha sido abolida y reemplazada por el consenso, el odio por la benevolencia y la violencia por la razón. Un nuevo orden de cosas se basa en la εὐνομίη tal como la define Solon (v. 32 de 4 w) que ‘pone todo en orden y ata con grillos a los malos’.

La propia Justicia divina impregna de este modo las relaciones humanas, superando el antiguo orden, venciendo el mal e imponiendo un sistema justo en el que el lenguaje juega un papel fundamental. Hay una gran similitud ente este tipo de lenguaje y el modelo socrático de diálogo. Esquilo, igual que Sócrates confía en que será la propia verdad la que, a través del razonamiento conveniente, se impondrá a la injusticia. 

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