Aristóteles. El mito de Deucalión y la palingénesis.
Deucalión y Pirra por Rubens (1636-1637)
La idea de que la naturaleza
está sometida a una destrucción periódica producida por cataclismos o por
fenómenos naturales graduales se encuentra ya en Platón (Ti. 23a, Plt. 269b9 y Lg 676). Aristóteles la expone brevemente en uno de sus primitivos
diálogos, el Sobre la filosofía (Fr. 8b de Vallejo 2005: 273):
Los
hombres perecen de diversas maneras. Mueren por epidemias, hambrunas,
terremotos, guerras, enfermedades de diversas clases y por otras causas, pero
sobre todo por cataclismos aún más devastadores, como el que se dice que tuvo
lugar en tiempos de Deucalión, el cual fue grande, aunque no extendió sus
efectos sobre todas las cosas.
En Meteorologica 351b9-13 supone, como si fuera un
hecho constatado, que periódicamente las civilizaciones desaparecen por motivos
diversos y de distintos modos, lo que provoca una ruptura en la tradición que
impide mantener lo que podríamos llamar memoria histórica:
‘Debido a
que todo cambio en la naturaleza de la tierra se produce gradualmente y en
lapsos de tiempo desmesurados en relación con nuestra vida, esos procesos pasan
inadvertidos, y tienen lugar la aniquilación y destrucción de pueblos enteros
antes de que registren en su memoria estos cambios de principio a fin. Así,
pues, las mayores y más rápidas destrucciones se producen en las guerras, otras
en las enfermedades, otras en las penurias: y entre estas, unas son grandes,
otras paulatinas, de modo que pasan inadvertidas las emigraciones de tales
pueblos, ya que unos abandonan la región y otros permanecen hasta que el
territorio ya no es capaz de alimentar población alguna. Así pues, desde la
primera emigración hasta la última, es probable que transcurra largo tiempo, de
modo que nadie se acuerde, sino que pase inadvertido a los supervivientes que
aún permanecen debido al gran lapso de tiempo. Del mismo modo hay que suponer
que ese ha olvidado cuándo tuvieron lugar por primera vez los asentamientos de
los distintos pueblos en lugares que estaban cambiando y pasando de pantanosos
y húmedos a secos: en efecto, también aquí el avance es paulatino a lo largo de
mucho tiempo, de modo que no se recuerda quiénes llegaron primero y cuándo y en
qué estado se hallaban los terrenos’ (Tra. Candel 1996).
Es imposible, según esta
visión, hacer historia de los tiempos remotos, pues la ruptura total que hay
entre una civilización y la siguiente impide a las generaciones nuevas conocer
o recordar lo que constituyó su patrimonio cultural. Se pierde así todo lo que
constituye la identidad de un pueblo: los conocimientos técnicos, la
configuración política y las creencias colectivas históricas y míticas sobre el
propio pasado y sobre la existencia de los dioses y su naturaleza (Longo1984:
49).
Más importante que la teoría de la destrucción
de las civilizaciones es su consecuencia posterior, la palingénesis, la reproducción del curso
histórico.
En el
diálogo Sobre la filosofía describe (Weil 1960: 328) el proceso que va desde la destrucción de una civilización
hasta la formación de una sociedad nueva, en distintas etapas de desarrollo que
se corresponden al distinto contenido de lo que se entiende por sabiduría
(σοφία)(Fr. 8b de Vallejo 2005: 275-276):
Estos supervivientes, al no tener de qué alimentarse, inventaban,
impulsados por la necesidad, lo que les resultaba útil, como moler el trigo con
piedras o la siembra o cualquier otra cosa de esta naturaleza, y llamaron
sabiduría (σοφία) a esta inventiva, que había descubierto lo apropiado para
satisfacer las necesidades de la vida, y sabio al que las había inventado. A
continuación inventaron artes, como dice el poeta, «con los consejos de Atenea»
(Il. XV 412), pero aquéllas no fueron instituidas sólo en lo que es necesario
para vivir sino que progresaron hasta lograr un modo de vida elegante y
civilizado (…) a continuación fijaron su atención en los asuntos políticos e
inventaron leyes y todo cuanto es necesario para la constitución de las
ciudades (…) después (…) llegaron a los cuerpos mismos y a la naturaleza (…)
finalmente trataron de las entidades divinas .

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