El valor del discurso persuasivo en las distintas etapas de la tragedia

 



El valor del discurso persuasivo en las distintas etapas de la tragedia

María José Martín Velasco (lgchevip@gmail.com)

Universidade de Santiago de Compostela (Spain)

 

IV Congreso Internacional de Filosofía Griega (SIFG)

Madrid. Universidad Complutense. 25, 26 y 27 de abril de 2022.

 

 

El protagonismo de la retórica en la tragedia es algo evidente y ha sido ampliamente tratado desde distintos puntos de vista. El nuestro en esta comunicación quiere incidir en dos aspectos concretos: la evolución que se observa dentro de los trágicos en el grado de confianza que otorgan al buen uso de la palabra y a su capacidad como instrumento para esclarecer la verdad y para fundamentar adecuadamente las relaciones humanas. Y las características que según los trágicos debe tener el lenguaje para cumplir su papel de constructor del orden social en el caso de Esquilo y de destructor del mismo en el de Eurípides.

 

Teniendo en cuenta además que, dado el papel que los festivales trágicos jugaban en el conjunto de la sociedad ateniense, lo que se muestra en la tragedia refleja bien el sentir general de la mayoría de los ciudadanos.

 

La idea de que el logos es el elemento configurador de la sociedad ateniense se pone de relieve abierta y explícitamente después de la victoria frente a los persas, cuando ellos mismos empiezan a definirse como un pueblo civilizado en el que la razón es la que debe imperar en la sociedad y en concreto en la forma de concebir las relaciones humanas, que por tanto deberán basarse en la persuasión y el diálogo y no en la fuerza que es lo propio de las sociedades en las que impera la violencia.

Pero esta idea de que la bondad o maldad un hecho deba decidirse por medio del diálogo no es algo nuevo en la historia del pensamiento griego sino una continuación de lo que ya está presente en el espíritu desde el principio y que se observa en los textos más antiguos, donde es frecuente la práctica de analizar las ideas y la conducta y de definir el bien y el mal por medio del debate. De hecho, en la Ilíada las tres cuartas partes de la obra la ocupa el discurso directo y son estas intervenciones las que configuran la marcha de la narración más que las hazañas bélicas.  

El movimiento sofístico aportó al debate un marco teórico amplio que pudo ejercitarse en la práctica de los tribunales, propiciado por la naturaleza del sistema judicial ateniense en el que se exigía la falta de profesionalidad tanto de los litigantes como de los jueces como requisito para la garantía de la imparcialidad de los procesos. Este condicionante obligaba a ambos a adquirir una amplia ejercitación en el dominio del lenguaje y en su capacidad para influir en el estado de ánimo del oyente.

La tragedia y su carácter agonístico enriqueció este clima de debate con sus diálogos alternantes y sus largos monólogos que enfatizaban el contraste entre personajes e ideas. El teatro y los tribunales sufrieron una mutua influencia tanto en la técnica argumentativa como en el vocabulario y en la manipulación de las emociones de los oyentes.

Esquilo, el primero de los tres trágicos, cree ciegamente en el poder purificador del logos y trata a la persuasión con veneración, como si de una diosa se tratara.

Así la invoca Pelasgo en las Suplicantes, cuando preocupado por encontrar las palabras oportunas que consigan transmitir al pueblo la necesidad de acoger a las danaides, exponer su causa ante el pueblo, que es en definitiva quien tiene que decidir.

 

1.     Aesch. Supp. 523

πειθὼ δ᾽ ἕποιτο καὶ τύχη πρακτήριος.

¡Que la persuasión y la suerte me asistan!

 

Y en las Euménides, representada once años después de la batalla de Platea, Atenea invoca a la Persuasión con agradecimiento, convencida de que es la persuasión la que ha conseguido de Zeus se ponga de su parte y de que de este modo se frenase el afán justiciero y vengativo de las Euménides y se facilite así que se imponga este otro tipo de sociedad.  

 

2.     Aesch. Eumen. 970-975

στέργω δ᾽ ὄμματα Πειθοῦς,                                      970

ὅτι μοι γλῶσσαν καὶ στόμ᾽ ἐπωπᾷ

πρὸς τάσδ᾽ ἀγρίως ἀπανηναμένας;

ἀλλ᾽ ἐκράτησε Ζεὺς ἀγοραῖος;

νικᾷ δ᾽ ἀγαθῶν

ἔρις ἡμετέρα διὰ παντός.                                            975

Amo los ojos de la Persuasión, porque los puso en mi lengua y en mi boca cuando estaba frente a estas deidades que se enfrentaban a mí de modo salvaje. Ha triunfado Zeus, el protector del diálogo en las asambleas, y vence para siempre nuestra rivalidad en el bien.

 

Esquilo confía en el ser humano y en su capacidad de conocer la verdad usando la razón y cree que el instrumento fundamental del que dispone para llegar a conocer la verdad y para hacer que otros la conozcan es la palabra. Con el buen uso de palabra será posible que la sociedad ateniense admita el nuevo orden social que debe instaurase y se consolide. Las relaciones personales, las instituciones y los propios gobernantes progresivamente irán de este modo perdiendo su dureza primitiva para dar paso  al derecho y a la razón, a la eunomía tal como la definía Solón según la cual la bondad triunfará sobre la violencia y el orgullo.

3.     Solón  fr. 4 w. v. 32

Εὐνομίη δ᾽ εὔκοσμα καὶ ἄρτια πάντ᾽ ἀποφαίνει,

καὶ θαμὰ τοῖς ἀδίκοις ἀμφιτίθησι πέδας.

Todo lo pone en orden y a punto y ata a menudo con grillos al malo.

 

Para que el lenguaje sea capaz de generar persuasión y de convertirse el instrumento adecuado para instaurar el nuevo orden social, debe cumplir unos requisitos. Debe ser preciso, sintético y adecuado a las circunstancias del momento. Pues la tarea de quien procura influir en la conducta de otro consiste en ir conduciendo por medio del diálogo al interlocutor, al modo socrático y como si de un tribunal se tratase, para que este, por sí mismo vaya descubriendo la verdad que los dioses han inscrito ya en su interior. Por ello cada discurso, cada negociación exige un registro distinto.

Por tanto, el leguaje persuasivo precisa de claridad en las pretensiones de cada parte, sincretismo evitando la ampulosidad, adecuación en el modo a la situación en la que se negocia y algo muy importante que es la valentía, indispensable para llegar a esa verdad que tiene para él una función sanadora.  

En general los criterios que manejan son los que se ajustan al buen orador persuasivo que describe Aristóteles cuando trata del (Rh. 1356a 5-7) ἦθος τοῦ λέγοντος ‘carácter del que habla’. Las cualidades propias de ese orador son φρόνησις ‘sensatez’, ἀρετή ‘valor’ y εὔνοια ‘benevolencia’.

 

Vamos a repasar varios fragmentos en los que estas afirmaciones quedan patentes. Uno de ellos son los consejos de Danao a las suplicantes

 

4.     Aesch. Supp. 194 - 203

αἰδοῖα καὶ γοεδνὰ καὶ ζαχρεῖʼ ἔπη

ξένους ἀμείβεσθʼ, ὡς ἐπήλυδας πρέπει,                  195

τορῶς λέγουσαι τάσδʼ ἀναιμάκτους φυγάς.

Contestad a los anfitriones con palabras adecuadas a quien muestra respeto, porque está pidiendo algo que necesita. Es lo que conviene a un recién llegado que expone con claridad que ha huido, pero no por haber cometido un crimen.

φθογγῇ δʼ ἑπέσθω πρῶτα μὲν τὸ μὴ θρασύ,

τὸ μὴ μάταιον δʼ ἐκ μετωποσωφρόνων

Que no acompañe a vuestra voz un tono de arrogancia, ni emane vanidad de vuestro rostro

καὶ μὴ πρόλεσχος μηδʼ ἐφολκὸς ἐν λόγῳ               200

γένῃ. τὸ τῇδε κάρτ᾽ ἐπίφθονον γένος.

No seáis precipitadas ni prolijas en las respuestas, porque en esa cuestión este linaje es muy celoso.

μέμνησο δʼ εἴκειν· χρεῖος εἶ ξένη φυγάς.

θρασυστομεῖν γὰρ οὐ πρέπει τοὺς ἥσσονας.

No olvides ceder —eres una pobre extranjera fugitiva—, que no está bien al débil hablar con osadía.

 

Más adelante, será Pelasgo quien incida en la brevedad, como elemento propio del modo de comunicación de la sociedad ateniense.

 

5.     Aesch. Supp. 273

μακράν γε μὲν δὴ ῥῆσιν οὐ στέργει πόλις.

A esta ciudad no le gustan los discursos largos.

 

Algo que las ellas entienden sin problema porque no en vano tienen origen griego.

 

6.      Aesch. Supp. 274-276

βραχὺς τορός θ᾽ ὁ μῦθος· Ἀργεῖαι γένος

ἐξευχόμεσθα, σπέρματ᾽ εὐτέκνου βοός.

καὶ ταῦτʼ ἀληθῆ πάντα προσφύσω λόγῳ.

Mi discurso será breve y claro, pues nos sentimos orgullosas de ser de raza argiva, semilla de la fértil vaca. Que esto es verdad lo confirmaré con argumentos.

 

Finalmente, las danaides defienden su causa, como la defendería un acusado ante un tribunal, siguiendo el consejo de Pelasgo de que argumenten basándose en su debilidad porque todo el mundo está dispuesto a ser benévolo con los débiles.

 

7.     Aesch. Supp. 485-489

ὑμῖν δ᾽ ἂν εἴη δῆμος εὐμενέστερος·

τοῖς ἥσσοσιν γὰρ πᾶς τις εὐνοίας φέρει.

El pueblo posiblemente será más benévolo con vosotros pues se está más dispuesto a serlo con los débiles

 

Otro pasaje interesante para definir las cualidades del discurso persuasivo es la réplica de Agamenón al recibimiento de Clitemnestra. La reina le recibe con una especie de disertación larga, artificial, ampulosa y formal que no convence en absoluto al rey quien atreve a ridiculizarlo.

 

8.     Aesch. Ag. 915-7

Λήδας γένεθλον, δωμάτων ἐμῶν φύλαξ, 

ἀπουσίᾳ μὲν εἶπας εἰκότως ἐμῇ;

μακρὰν γὰρ ἐξέτεινας; ἀλλ᾽ ἐναισίμως

αἰνεῖν, παρ᾽ ἄλλων χρὴ τόδ᾽ ἔρχεσθαι γέρας.

Hija de Leda, guardiana de mi casa, has hablado en la medida de mi ausencia: pues te extendiste largamente... Pero, en lo concerniente a alabarme de forma adecuada, ese honor debe venir de otras personas.

 

A esta intervención le sigue un diálogo duro, pero muy sincero donde queda clara la rivalidad y la postura de cada uno. Donde se exigen el uno al otro decir la verdad y exponer las exigencias y los deseos con respecto al otro.

 

9.     Aesch. Ag.  931-943

Κλ. καὶ μὴν τόδʼ εἰπὲ μὴ παρὰ γνώμην ἐμοί.

Cl. Pues bien, habla entonces sin ocultarme tu parecer.

Ἀγ. γνώμην μὲν ἴσθι μὴ διαφθεροῦντʼ ἐμέ.

Ag. Que sepas que no voy a ocultar lo que pienso.

Κλ. ηὔξω θεοῖς δείσας ἂν ὧδʼ ἔρδειν τάδε.

Cl. ¿Prometiste a los dioses en un momento de temor que obrarías así?

Ἀγ. εἴπερ τις, εἰδώς γʼ εὖ τόδʼ ἐξεῖπον τέλος.

A. Si. Alguien que lo sabía bien me comunicó que debía hacerlo así.

Κλ. τί δʼ ἂν δοκεῖ σοι Πρίαμος, εἰ τάδʼ ἤνυσεν;                                                   935

Cl. ¿Qué piensas que hubiera hecho Priamo de lograr este triunfo?

Ἀγ. ἐν ποικίλοις ἂν κάρτα μοι βῆναι δοκεῖ.

A. Habría pisado los bordados.

Κλ. μή νυν τὸν ἀνθρώπειον αἰδεσθῇς ψόγον.

Cl. Entonces no te dejes influir por lo que te reprocharán los hombres.

Ἀγ. φήμη γε μέντοι δημόθρους μέγα σθένει.

A. Pero la fama que ellos divulguen tiene mucho alcance.

Κλ. ὁ δʼ ἀφθόνητός γʼ οὐκ ἐπίζηλος πέλει.

Cl. El que no suscita envidia es porque no tiene nada que ofrecer.

Ἀγ. οὔτοι γυναικός ἐστιν ἱμείρειν μάχης.                                                                              940

A. No es propio de una mujer disfrutar con un enfrentamiento.

Κλ. τοῖς δʼ ὀλβίοις γε καὶ τὸ νικᾶσθαι πρέπει.

Cl. También los afortunados tienen que dejarse ganar.  

Ἀγ. ἦ καὶ σὺ νίκην τήνδε δήριος τίεις;

A. ¿Tanto interés tienes en ganar esta disputa?

Κλ. πιθοῦ· κράτος μέντοι πάρες γʼ ἑκὼν ἐμοί.

Cl. Hazme caso. Déjame ganar y saldrás ganando tu.

 

Este diálogo convence a Agamenón que accede a entrar y pasa lo que pasa.

 

En Euménides lo que pretende es recrear en la tragedia cómo debe administrarse la justicia en los tribunales. Y en cuanto al lenguaje se exige que se respeten los tiempos, los modos y los turnos.

Se le pide a Apolo que escuche:

 

10. Aesch. Eum. 198 (---436)

ἄναξ Ἄπολλον, ἀντάκουσον ἐν μέρει.     198

¡Soberano Apolo, escúchame a tu vez!

 

Tanto Apolo como las Erinias exigen brevedad en la exposición:

 

11. πῶς δή; τοσοῦτο μῆκος ἔκτεινον λόγου. 201

¿Cómo? Hasta este punto prolonga tu discurso.

 

Y a Atenea que tenga paciencia

12. πεύσῃ τὰ πάντα συντόμως, Διὸς κόρη.    415

Te enterarás de todo en un momento, hija de Zeus.

 

En otro momento Atenea da la palabra a Orestes para que se defienda cuando considera que es oportuno

 

13. τί πρὸς τάδ᾽ εἰπεῖν, ὦ ξέν᾽, ἐν μέρει θέλεις;                           436

¿Qué quieres decir a esto, forastero, por tu parte?

 

Es decir, se manejan en este diálogo los modos propios de los tribunales y se exige a ambas partes una forma y una argumentación adecuada. Es el reflejo de este cambio en el modo de plantear las relaciones que copia y refleja los métodos de los tribunales.

 

Eurípides. El poder engañoso del lenguaje.

 

Eurípides, el último de los trágicos piensa de la retórica, nos encontramos con lo contrario. El conoce todos los mecanismos retóricos, los maneja con enorme maestría y centra su interés en dejar al descubierto los posibles huecos por donde la sociedad, precisamente por medio de un lenguaje persuasivo, va minando sus propios fundamentos.

Si en Esquilo encontramos la plantilla de cómo debe usarse el lenguaje para ser persuasivo y de cómo debe comportarse un tribunal para ser justo, en Eurípides descubrimos la maestría de quien ha aprendido las técnicas de la retórica y conoce los puntos débiles del sistema democrático ateniense.

Con un hábil manejo de las técnicas retóricas, Eurípides dirige su atención a la descripción psicológica de los personajes de sus tragedias y deja que sean ellos mismos los que muestren los puntos débiles que ese «buen gobierno» ha cultivado sin pretenderlo en la sociedad democrática y que ha acabado por dañar las relaciones personales.

Para ello rehace los protagonistas de los mitos, ajustándolos a la medida y los criterios que ya hemos visto que recogerá después Aristóteles en la Retórica, no solo en lo que se refiere a la credibilidad sino también porque encarnan el prototipo de hombre feliz y respetado. En general los criterios que manejan son los que se ajustan al buen orador persuasivo que describe Aristóteles cuando trata del (Rh. 1356a 5-7) ἦθος τοῦ λέγοντος ‘carácter del que habla’. Las cualidades propias de ese orador son φρόνησις ‘sensatez’, ἀρετή ‘valor’ y εὔνοια ‘benevolencia’.

Los protagonistas que él crea están dotados de todo lo que ha podido aportar una sociedad civilizada, pero con su conducta generan en su entorno próximo reacciones que podrían considerarse propias de seres irracionales y que causan grandes desgracias.

En Hipólito, Afrodita se comporta injustamente con Hipólito, pero su actuación es perfectamente justificable con los criterios retóricos que se manejan en los tribunales, ya que su castigo no tiene como razón última la venganza por celos, sino que se ve obligada a hacer justicia por la arrogancia que supone el desprecio a los dioses:

 

14. Eur. Hipp 20-22

τούτοισι μέν νυν οὐ φθονῶ: τί γάρ με δεῖ;

ἃ δ᾽ εἰς ἔμ᾽ ἡμάρτηκε τιμωρήσομαι/

Ἱππόλυτον ἐν τῇδ᾽ ἡμέρᾳ.

Yo no estoy celosa por ello. ¿Por qué iba a estarlo? En cambio, por las faltas que ha cometido contra mí castigaré a Hipólito hoy mismo.

 

15. Eur. Hipp 49-50

τὸ γὰρ τῆσδ᾽ οὐ προτιμήσω κακὸν

 τὸ μὴ οὐ παρασχεῖν τοὺς ἐμοὺς ἐχθροὺς ἐμοὶ

δίκην τοσαύτην ὥστ᾽ ἐμοὶ καλῶς ἔχειν.

No tendré en tanta consideración su desgracia hasta el punto de que mi enemigo no deba pagarme la satisfacción que me parezca oportuna.

 

Hécuba se atreve a llamar ‘tirana’ a la persuasión y a opinar que se la ha situado por encima de la justicia en lo que a las leyes de hospitalidad se refiere:

16. Eur. Hec. 816 Πειθὼ δὲ τὴν τύραννον

 

Ión se asusta de tener que afrontar el orden social establecido en Atenas siendo como es alguien falto de honores y de pasado (638 ss.) y recurre a lo que es un tópico en Eurípides, considerar que la ley es válida para los afortunados, pero que no obliga a los que han caído en desgracia

 

17.  Eur. Ion 1045-1051

τὴν δ᾽ εὐσέβειαν εὐτυχοῦσι μὲν καλὸν

τιμᾶν· ὅταν δὲ πολεμίους δρᾶσαι κακῶς

θέλῃ τις, οὐδεὶς ἐμποδὼν κεῖται νόμος.

La piedad está bien que la observen los afortunados. Pero, cuando alguien se propone hacer mal a un enemigo, no hay ley que pueda impedirlo.

 

En Orestes Tindáreo apela a la ley como razón de su deseo de venganza:

 

18. Eur. Orestes 523-525

ἀμυνῶ δ᾽, ὅσονπερ δυνατός εἰμι, τῷ νόμῳ,

 τὸ θηριῶδες τοῦτο καὶ μιαιφόνον

παύων, ὃ καὶ γῆν καὶ πόλεις ὄλλυσ᾽ ἀεί 

Defenderé la ley en la medida de mis fuerzas, tratando de impedir ese instinto bestial y sanguinario, que destruye de continuo el país y las ciudades.

 

Orestes defiende su piedad y hace una descripción paradigmática de los oradores en el discurso del mensajero ante la asamblea (866-956).

 

19.  Eur. Or. 546-547 

ἐγᾦ δ᾽, ἀνόσιός εἰμι μητέρα κτανών,

ὅσιος δέ γ᾽ ἕτερον ὄνομα, τιμωρῶν πατρί.

Yo soy impío por haber matado a mi madre, pero piadoso en otro respecto, por vengar a mi padre.

 

Hay dos obras, Medea y Alcestis en la que se cuestionan especialmente dos de los grandes pilares que soportaban la civilización griega: la razón frente a la irracionalidad y la ley frente a la ausencia de ella.

 

El mito de la extranjera Medea permite a Eurípides dudar de uno de los fundamentos de la sociedad civilizada de la que se enorgullecen, si a fuerza de creerse sus propios mitos, se ha transformado en un hábitat dañino. La retórica ha enseñado a argumentar ‘razonablemente’ lo que es malo. La razón entra en Medea en conflicto con la pasión y se amplía hasta crear una confrontación entre lo bárbaro y lo griego, entre lo que es correcto y lo que es legal, entre la ley humana y la divina y en definitiva entre la verdad y la mentira, amenazando así los propios fundamentos de la sociedad civilizada.  

El momento más definitorio en este sentido es el agon entre Jasón y Medea (465-575) en el que queda de manifiesto como Jasón, confiando en su habilidad retórica y en su posición social, es capaz de definirse a sí mismo como sabio (σόφος) y benevolente para con su mujer y sus hijos (φίλος) y fuerza a Medea a entrar en conflicto con la sociedad cuyas reglas ha aceptado y que ahora la rechaza.

Medea, ofuscada por el miedo, el mismo al que el Eteocles de Esquilo ordenaba mantenerse alejado de los ciudadanos, y rechazada por la sociedad en la que vive y a cuyas reglas se ha acomodado, se ve obligada a llegar al límite de la irracionalidad, envenenando a la mujer de Jasón y a matando a sus propios vástagos. No es pues la sociedad lo que se pone en duda sino la manipulación retórica de los valores sociales y la desprotección que esa manipulación provoca en los que son débiles.

 

2. En Alcestis Eurípides se cuestiona otro fundamento si trascender lo legal es más justo que limitarse a cumplir lo establecido por la ley. La obra comienza con un diálogo de Apolo con la Muerte (30-75), similar al de las Euménides de Esquilo, donde Apolo, un dios ἐπιεικής equitativo, pero en abierto conflicto con la nomos, burla la presencia de la muerte con artimañas dialécticas que rozan el límite de lo justo y acaba consiguiendo su objetivo: vencer la impiedad de aquella.  

El otro punto de inflexión es el diálogo (614-642), tan conflictivo moralmente, entre Admeto, un hombre cobarde que consiente en que su mujer muera en su lugar y Feres, su padre, que rechaza abiertamente someterse a ese intercambio por considerar esa petición irracional, propia de bárbaros. La cobardía de Admeto resulta engrandecida ante el egoísmo mezquino de Feres quien después de presentarse a sí mismo como un hombre orgulloso de vivir en una sociedad en la que la ley se identifica con la civilización y en definitiva con la norma moral, no sabe transcender más allá y rechaza la petición de Admeto sólo por el hecho de no estar estar exigida por la ley, por ser propia de bárbaros. Feres es lo que después definirá Aristóteles como un hombre que ha vivido en una ciudad bien gobernada, pero que no por eso se ha hecho un hombre bueno (Pol. 1280b8-10) .

 

Conclusión

La consideración y el valor del discurso persuasivo en la tragedia sufren una clara evolución.

Para Esquilo la retórica se vincula directamente a la batalla ganada por la libertad. Para él, la misión de los buenos gobernantes será instaurar un nuevo orden en las instituciones y en la sociedad a través de una concepción nueva de la justicia en la que el logos juega un papel primordial. Nadie debe temer en este nuevo orden de cosas, en el que la tiranía ha sido abolida y sustituida por el consenso, el odio por la benevolencia y la violencia por la razón. Su actitud se sintetiza en las palabras de Eteocles:

 

20. Aesch. Seven 236-8

οὔτοι φθονῶ σοι δαιμόνων τιμᾶν γένος,

ἀλλ᾽ ὡς πολίτας μὴ κακοσπλάγχνους τιθῇς,

εὔκηλος ἴσθι μηδ᾽ ἄγαν ὑπερφοβοῦ.

No veo con malos ojos que honres el linaje de los dioses, mas, con el fin de no hacer a los ciudadanos cobardes, sé templada y procura no temer en demasía.

 

Esquilo confía en el poder de la verdad, confía en la capacidad del ser humano de llegar descubrirla a través del logos porque los dioses han ya inscrito en su interior.

 

Eurípides, por el contrario, centra su interés en dejar al descubierto los posibles huecos por donde la sociedad va minando sus fundamentos. Sin criticar abiertamente los valores arraigados en Atenas, deja intuir sus deficiencias y, sin proponerlo explícitamente, insinúa la posibilidad de un nuevo orden social más acorde con los principios reales de los que éste surgió.

Por un camino distinto al de Esquilo, Eurípides propone igualmente fundamentar el respeto al orden legal y la capacidad de raciocinio que refleja el diálogo, no en su antigüedad ni en la eficacia de su cumplimento sino en su bondad y en el hecho de ser acorde con la naturaleza humana y no la equiparación de las normas morales y las sociales.

 

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