Referencias mitológicas en Moby Dick

 


 Construido como una epopeya e imbuido por un espíritu trágico, Moby Dick es el canto del hombre, Ismael, que sabiendo que desafía la razón, busca en el mundo heroico una explicación a su comportamiento que le resulte a él mismo convincente y, si es posible, también a sus lectores.

Ismael entabla un debate con la lógica, con la racionalidad. Es consciente de que su modo de actuar escapa a las leyes de su propia razón, que -como él mismo afirma- puede llegar a ser más débil en ocasiones que lo irracional.

El ritmo de la narración trasmite ya por sí mismo ese desajuste incoherente. Es el propio narrador quien afirma, ya avanzada la novela, que «hay algunas empresas en que el método adecuado es un desorden cuidadoso (82)[1]». El autor traspasa sin pudor los límites de la organización racional[2] atreviéndose a mezclar al azar estilos narrativos de distinto cariz que desvían deliberadamente al lector de la narración lineal[3]. La obra se configura de este modo como un entramado de digresiones en la que caben los distintos y variados personajes que en la mente de Melville habían ido creciendo, alimentados por sus experiencias y sus lecturas, y que se juntan aquí formando un mundo trágico, angustioso y grotesco que no es otro que el que vivía en su propia en imaginación[4].

En el proceso de reflexión sobre su desvarío, que une y fundamenta en la descripción de su aventura, Ismael, el narrador protagonista, recurre a símiles que evocan la épica clásica y convierte a los seres mitológicos y a los personajes conocidos del mundo grecorromano en símbolos de los sentimientos y actitudes de los protagonistas de la trama. Es lógico que así sea pues fue precisamente en la escuela clásica de Albani en 1835 donde Melville comenzó a despertar como escritor y donde concibió la idea de dedicarse a la escritura buscando en ella la perpetuación de su propia personalidad. También en el entorno del mundo clásico, en la academia en la que estudió griego y latín en 1836, presidió por primera vez un club literario, el llamado Philologos Society que le sirvió de plataforma para el reconocimiento de sus aptitudes como escritor.

Un hecho aparentemente tan prosaico como es la caza de la ballena se transforma en el delirio de Melville en un conflicto entre el destino y el libre albedrío, similar al planteado en las tragedias griegas. Su exponente es el capitán Ahab y su lucha constante por cumplir su destino. En torno a él gira toda la tripulación del Pequod y con él se mide el propio Ismael que, como narrador, asume el papel de protagonista observador, algo que recuerda en gran manera al coro de la tragedia clásica. Los referentes míticos y los héroes grecorromanos se engarzan en este contexto formando, junto con los personajes reales, la trama sobre la que se elabora una alegoría del existir humano y de su instinto fatal hacia la desgracia y en consecuencia hacia la dolorosa condena trágica, o quizá, como afirma Sweeney, la mitología es en Melville, por influencia de Shakespeare el fondo negro[5], el bajo continuo que realza el contraste de la trama.

Nada mejor que el mundo grecorromano podía servirle a Mellvile para fundamentar la necesidad vital absoluta del peligro absurdo, del sufrimiento excesivo que traspasa los límites de la lógica y del libre albedrío. Comentando un artículo de Palbrave publicado en la Quarterly Review en 1823 titulado ‘Superstition and Knowlege’ Melville comenta como para él la recta razón y la locura son meramente términos extremos de series de acción mental que no necesitan ser muy largas. El comentario bien podría aplicarse a la descripción de Bulkington, un personaje al que se menciona al comienzo de la novela y al que Ismael trata de semidiós y usa como referente para definir su propia paradójica y autodestructiva personalidad[6]:

 

Con respetuosa simpatía y con temor miré a aquel hombre que, recién desembarcado en pleno invierno de un peligroso viaje de cuatro años, podía volver a lanzarse otra vez, con tal falta de sosiego, para otra temporada de tormentas. La tierra parecía abrasarle los pies. Las cosas más maravillosas son siempre las inexpresables; las memorias profundas no dan lugar a epitafios; así este capítulo de seis pulgadas es la tumba sin lápida de Bulkington. He de decir sólo que su suerte era como la de un barco agitado por las tormentas, que avanza miserablemente a lo largo de la costa a sotavento. El puerto le daría socorro de buena gana: el puerto es compasivo: en el puerto hay seguridad, consuelo, hogar encendido, cena, mantas calientes, amigos, todo lo que es benigno para nuestra condición mortal. Pero en esa galerna, el puerto y la tierra son el más terrible peligro para el barco: debe rehuir toda hospitalidad; un toque de la tierra, aunque sólo arañara la quilla, le haría estremecerse entero. Con toda su energía hace fuerza de velas para alejarse de tierra; al hacerlo, lucha con los mismos vientos que querrían impulsarlo hacia el puerto, y vuelve a buscar todo el desamparo del mar sacudido, precipitándose perdidamente al peligro por ansia de refugio; ¡con su único amigo como su más cruel enemigo! ¿Lo sabes ahora, Bulkington? ¿Te parece ver destellos de esta verdad mortalmente intolerable: que todo profundo y grave pensar no es sino el esfuerzo intrépido del alma para mantener la abierta independencia de su mar, mientras que los demás desatados vientos de cielo tierra conspiran para lanzarla a la traidora esclavizadora orilla? Pero como sólo en estar lejos de tierra reside la más alta verdad, sin orilla y sin fin, como Dios; así, más vale perecer en ese aullar infinito que ser lanzado sin gloria a sotavento, aunque ello sea salvación. Pues entonces ¡oh! ¿Quién se arrastraría cobardemente a tierra como un gusano? ¡Terrores de lo terrible!, ¿es tan vana toda esta agonía? ¡Ten ánimos, ten ánimos, oh, Bulkington! ¡Mantente fieramente, semidiós! ¡Yérguete entre el salpicar de tu hundimiento en el océano; sube derecho, salta a tu apoteosis! (23



[1] La traducción que he utilizado en todas las citas es la de José María Valverde de Ediciones Perdidas. Está sacada de la página www.librosdearena.es

[2] En una carta dirigida a Richard Henry Dana, Melville le dice que Moby Dick va a ser un libro raro y que no se lo recomienda a nadie. Cf. Captain Ahab’s Rebellion A Novelist Looks at Predestination, de Patrick Henry Reardon. http://www.touchstonemag.com/archives/article.php?id=08-02-015-f#ixzz45XCnO5bw

[3] Cf. Andrew Delbanco, Melville, ed. Seix Barral 2007. Trad. Juan Bonilla

[4] Frank Lentricchia en Lucchesi and The Whale (2000) Duke University Press afirma que «Melville, escribe sin limitaciones estructurales, inspirado por la biblioteca de su mente». 

[5] Gerard M. Sweeney, Melville’s use of classical mythology. Rodopi Amsterdam 1975 pag 26.

[6] Cook, Jonathan A, Moby-Dick, Myth, and Classical Moralism: Bulkington as Hercules Leviathan March 1, 2003 |. https://www.highbeam.com/doc/1G1-104610469.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

El simbolismo de Narciso en Moby Dick

La divulgación científica y su uso retórico en Aristóteles. El razonamiento dialéctico y la divulgación científica

Prometeo- Ahab en Moby Dick