2006. El país de los estudiantes. 'Los clásicos no estamos muertos. Para nada'




Entrevista que me hicieron para 'El País de los estudiantes' dos entusiastas escolares del Instituto 'Eusebio da Guarda' de La Coruña.
PABLO RODRÍGUEZ/BRIAXIS FERNÁNDEZ, A Coruña/Santiago de Compostela
El IES Eusebio da Guarda es uno de los pocos centros coruñeses en que todavía se imparte Latín y Griego. Este año diez alumnos escasos cursan el Bachillerato de Humanidades. En la práctica, como ellos mismos confiesan off the record, suelen presentarse siete u ocho a las clases de Latín –sin embargo, a Griego “nunca” acuden más de “cuatro o cinco”, tal vez porque esta asignatura es optativa en el segundo curso. Como en tiempos mejores, circulan toda suerte de piques y tópicos sobre los estudiantes de letras, a los que sus colegas de ciencias tienden a considerar los peor dotados. Sin embargo, la mayor parte de los helenistas lo corroboran; quienes estudian las lenguas clásicas por vocación son –como de costumbre “ una minoría absoluta”, como se escucha decir en las animadas tertulias que se forman a las puertas de cada aula a la espera del profesor.
En el resto de Galicia la situación es algo mejor. Tanto en el IES Xelmírez de Santiago como en el Santa Irene de Vigo –centros de referencia en sus respectivas ciudades los estudiantes glotófilos superan la decena. Las diferencias más notables se encuentran no tanto en el Bachillerato como en la ESO: se puede contar con los dedos de las manos a todos los alumnos que en A Coruña cursan Cultura Clásica, auténtico vivero de futuros bachilleres; en cambio, en Vigo y en Santiago esta asignatura, de programa ameno y misceláneo, tiene una gran demanda.
En el departamento de lenguas clásicas de la Universidade de Santiago están habituados a los grupos reducidos. Mª José Martín Velasco, profesora asociada de griego, asume que “las letras no es lo que demanda la sociedad”, pero también relativiza: “nunca hemos sido una especialidad de grandes números (…) y normalmente tienes en torno a diez alumnos, pero diez alumnos muy buenos, diez
alumnos de diez”. Aunque consciente de que “poca gente valora nuestro origen clásico”, la llave de la pervivencia de su especialidad la tienen, en su opinión, los propios docentes: “quizá no hayamos dado a conocer de manera adecuada todo lo referente al mundo clásico. A veces, como somos un poco distantes, o destacas los aspectos que a la gente le pueden interesar, que son muchos sino, es algo que se muere por lo distante”. Si no existen panaceas, sí es cierto que “cuando se trabaja, hay más público. Hace unos años no se me ocurría hablar tanto de la cultura; en las clases, me limitaba
a la lengua. Ahora, en cambio, la mitad del curso es cultura, y en cultura se trabaja mucho para que a la gente le interese, atienda, sepan; se hacen viajes a Grecia…Gracias a ello se nota que el número de alumnos sube y se mantiene”.
El mayor obstáculo es la falta de información. Al desconocer los alumnos de ESO la verdadera naturaleza del latín y el griego, se resisten a escoger el Bachillerato humanístico. Mª José está convencida de que si descubren el griego a los once o diez años, los alumnos se liberarán del miedo y el rechazo hacia esta lengua. Es más, “les encanta – nos dice porque supone aprender a hablar de una manera distinta, un alfabeto distinto”…Todo ello estimula su imaginación y los predispone a aprender. Por eso, cuando le toca una guardia en el Xelmírez –donde es catedrática no duda en enseñarles griego: al tiempo que tranquiliza a los más revoltosos, puede descubrir vocaciones insospechadas. “A los niños más pequeños les gusta a aprender, y se trata de presentarles la lengua como un pasatiempo”, pero los programas no les dan la oportunidad de zambullirse en la lengua de
Homero.
Paradójicamente, los dos grupos en que surge el interés por las lenguas clásicas son los dos extremos: los niños recién llegados a la ESO y los universitarios. Actualmente, son muchos los estudiantes de Historia o Filosofía que perciben como una limitación objetiva el no saber griego. Normalmente son jóvenes que nunca antes se habían enfrentado al mundo helénico, así que “hay que dar en un cuatrimestre lo que otros ven a lo largo de los dos años del Bachillerato”.
El tacto de los profesores desempeña, pues, un papel fundamental. “El primer curso lo que tienes que hacer es mimar a los alumnos: no puedes ser muy exigente, porque en el segundo año del Bachillerato no sólo escogen el griego sino que te escogen a ti”.Y lo mismo en los cursos de Cultura
Clásica. “En general –prosigue Martín Velasco impartimos las clases pensando en un determinado perfil de alumno, que siempre encontramos. Cada año hay dos o tres a los que les encanta, ya que son gente muy buena, muy entusiasta; no les importa ser una persona rara; nosotros, los profesores, solemos ser gente a la que nos pasó lo mismo”.
En cualquier caso, se trata de una “lucha” agónica –en tanto que exige una actitud despierta, aguda. Al fin y al cabo, los profesores “no suelen ser gente que se quiera morir. Lo que quieren es transmitir unos conocimientos y que esto institucionalmente reconocido. Por eso se pelea mucho a todos los niveles. La Sociedad de Estudios Clásicos está en todos los foros de opinión; no te dejan espacio, pero hay que intentar hacerse con él. Hay que seguir dando batalla; los profesores de Griego [y de Latín] han de estar unidos y exigir que los contenidos en la selectividad sean los adecuados… Son
muchas cosas por las que hay que pelear, y lo hacemos: ¡los clásicos no estamos muertos!

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